CUALQUIER SIMILITUD CON LA ACTUALIDAD, NO ES NINGUNA COINCIDENCIA.





Habíamos escuchado hablar muchas veces de “conciencia de clase”. Con el tiempo entendimos. Esa identidad de clase era clave para nosotros.
En los años ´90 había un modelo económico neoliberal excluyente, que perjudicaba a los sectores de las clases populares. Eran políticas de ajuste que incluían privatizaciones y convertibilidad.
Eran las políticas económicas de la dictadura, como en el golpe militar de 1966, cuando asume el General Onganía, (golpe que se autodenominó “Revolución Argentina”), uno de los objetivos fue asegurar la implementación de un programa de modernización de la economía, con devaluación y congelamiento de salarios.
A fines de los ´60, ese tipo de economía, afectó sustancialmente a los obreros de las industrias metalúrgica y automotriz de la provincia de Córdoba. Las quitas zonales y la eliminación del sábado inglés, sumado a un constante ataque a las libertades civiles y políticas, provocó el malestar y la inmediata reacción de la clase obrera, a la que se sumaron otros sectores sociales provenientes de la pequeña burguesía urbana y rural. La novedad es que en esa época, el peronismo no fue el eje hegemónico, sino que fueron los sindicatos de la izquierda clasista.
Esto inauguró una etapa de verdaderas luchas populares.
En 1969 la situación económica era incomparablemente más estable que la posmoderna. Entonces, fue la lucha de clases la que quebró el equilibrio capitalista. Se venía de algunos años con un acelerado crecimiento industrial que empezaba a dar signos de debilitamiento. Pero las jornadas del 2001 se dieron en condiciones donde ya estaba roto el equilibrio capitalista desde el punto de vista de la economía.
Estas políticas tuvieron modos de protesta protagonizados por sectores medios luchando codo a codo con los trabajadores y desocupados. Como consecuencia de éstas, los sectores populares perdieron su condición de trabajadores asalariados y con ello su inscripción sindical.
Fue el comienzo de los “piquetes”, que interrumpían el tránsito en las rutas. Hacían asambleas de las que participaban no solo los trabajadores despedidos por alguna empresa (como fue en la privatización de YPF, realizada con la complicidad de la dirigencia sindical), sino también comerciantes, docentes y pequeños empresarios.
Hubo más de treinta años de diferencia, pero algunas escenas parecen sucederse nuevamente: barricadas, jóvenes en las calles que hacen retroceder a pedradas a la policía y la furia popular contra bancos y empresas transnacionales. La gente en la calle, con rabia, la piedra como expresión política de un lado y la represión policial como respuesta impotente, del otro. 

Durante las elecciones nacionales de octubre de 1999.
Esperamos políticas que se aparten del modelo neoliberal que impuso Menem los años anteriores—oímos decir.
Los sectores medios no reconocen ninguna fuerza que los represente, y comienzan a buscar en otros partidos políticos una alternativa para el “cambio” que esperan.
Esta falta de representatividad nos recuerda a la caída de Perón, porque en ese momento las clases dominantes no lograron conformar un proyecto político y económico.  Con una diferencia: al estar proscripto el peronismo, los seguidores del partido se vieron obligados a expresarse políticamente por fuera de las instituciones tradicionales, legitimando las medidas de acción directa y la militancia sindical en las bases obreras peronistas.
En este caso, el FREPASO, (conformado por peronistas disidentes, algunos radicales, democristianos, militantes del movimiento de los DDHH y agrupaciones menores) junto con los radicales conformaron la Alianza.
Esta es la Alianza para ese cambio. Poné el agua

Alguien prepara un mate un día de octubre de 2001, mientras esperamos el resultado.
El presidente De La Rúa desoye las demandas del pueblo. En dos años de gestión sus promesas de centroizquierda las reemplazó por los programas del FMI, y la continuidad del gobierno de Carlos Menem, mientras intenta paliar la crisis mediante un “impuestazo” que no hace más que empeorar las cosas.
Nombra a Domingo Cavallo como ministro de economía, quien impulsa el plan “déficit cero” que no es más que el recorte del 13% en los sueldos de los docentes, empleados del Estado y jubilados.
Se profundiza la recesión. Ya somos millones de pobres y desocupados. Hay fuga masiva de capitales. Los bancos bloquean los depósitos. Se agrava la crisis.
El gobierno de la Alianza es derrotado en las elecciones legislativas.
Otra vez mate.
Sí. Otra vez las medidas económicas que conocimos en los años del ministro de economía de la dictadura de Ongania en 1966. Krieger Vasena había aplicado un plan antiinflacionario que incluyó: congelamiento de los salarios por dos años, devaluación del peso en un 40%, recortes en el gasto público, despidos masivos, y aumento de tarifas. Una política a favor de los grandes intereses extranjeros.


Es la mañana del 19 de diciembre de 2001.
Por la televisión vemos los saqueos en el Gran Buenos Aires. El intento de todos por mantener la normalidad en una situación que es un caos, es absurdo.
Después del mediodía, habla el ministro de economía: …esto significa una fuerte reducción del gasto…
Todos esperábamos la renuncia. Pero no. Habla y justifica todo lo que estaba hecho.
En el calor agobiante de la noche, se escucha:
quiero informarles que ante esto, he decretado el estado de sitio en todo el territorio nacionales el anuncio del presidente de la Nación.
El pueblo estalló, no aguantó más.
Como sucedió el 29 de mayo de 1969 (quizás con los ecos del mayo Francés, y los deseos de una vida más allá del capitalismo, más la influencia de la revolución cubana), una vez más, en nuestro país, se gestaba un estallido social en contra de las medidas del gobierno. En aquella oportunidad fueron obreros y estudiantes, acompañados de sectores medios, pequeños comerciantes y sectores rurales, los que protagonizaron el alzamiento popular denominado el Cordobazo.
Ambas CGT habían convocado a una huelga general para el día 29. En Córdoba, miles de obreros abandonaron sus puestos de trabajo y marcharon hacia el centro de la ciudad. (El movimiento obrero organizado había quedado divido en dos desde marzo de 1968, por la incapacidad de la cúpula sindical para enfrentar las medidas tomadas contra los trabajadores. Esto provocó el surgimiento de una central disidente: la CGT de los Argentinos. Por un lado, estaban los gremios agrupados bajo la conducción de Vandor, quien mantenía una postura condescendiente y de negociación con el gobierno, y por otro, la CGTA, con posiciones críticas hacia el régimen, conducida por Raimundo Ongaro. Esta nueva confederación captó la atención de la mayoría de los sindicatos disconformes y se hizo fuerte en las provincias, especialmente en Córdoba, donde se destacó Agustín Tosco).
En una plaza del centro, la policía comienza a reprimir.
Intentando procesar todo lo que estaba pasando, empezamos a escuchar algo cada vez más fuerte, como una ola de sonido que venía de las calles. Una extraña sinfonía de protesta.
Fue el estallido de una situación que venía operándose a lo largo de varios años.
Fuimos a la vereda a ver qué pasaba y estuvimos ahí un largo tiempo, después fuimos a la esquina donde nos quedamos otro rato, y después fuimos a la plaza.




¿Quiénes éramos?
A diferencia del ´69, no fuimos obreros agrupados en grandes centrales sindicales ni estudiantes derrotando a las fuerzas represivas. Así como en el Cordobazo, el proletariado intentó derrocar a la burguesía y hacer surgir un proletariado industrial, (y no había un solo militante que no creyera que la historia marchaba hacia el socialismo), acá  no se destacaron consignas tan claras, ni organizaciones previas.
Los motoqueros encabezan la movilización. Representan el paradigma de esta época, de la precarización laboral, del mercado de trabajo de la convertibilidad. Jóvenes que encontraron una manera de sobrevivir en la Argentina de la década del 90. Son los protagonistas de la calle. Estalló en ellos la bronca, y fueron ellos los que más visiblemente lo expresaron.
Pero este movimiento prescindió de todo tipo de organizaciones centralizadas. No la hubo en la convocatoria ni en la organización de los hechos. La presencia de tantas personas que habitualmente no participan de lo público, sino en condición de individuos acotados y objetos a ser representados tanto por el aparato comunicacional como por el político, destituyó toda situación central. No hubo protagonistas individuales.
Se dio algo diferente: romper la costra, salir afuera, encontrarse con el otro, reconocerse en el común sufrimiento y poder así activar los poderes del propio cuerpo en la medida en que empezábamos a sentir que podíamos construir un cuerpo común poderoso.
Después de muchos años, cuando el país parecía sumido en la apatía, estalló una nueva insurrección. Sin armas, igual que en el Cordobazo, pero esta vez haciendo sonar cacerolas que se derramaban por los barrios y ocupaban la ciudad.
Estuvimos en la calle y logramos el objetivo político: la movilización, que el Congreso derogara el estado de sitio, y la renuncia de Cavallo en la madrugada.
A partir de ahí, dieron permiso para matar y, como siempre, pusimos los muertos los del campo popular.

¿Qué pasaba con la representación del movimiento obrero en la época “posmoderna”?
La CGT era cómplice de las políticas de Menem, cuestión que originó algunas modificaciones. El ala disidente conducida por el camionero Hugo Moyano, creó el Movimiento de Trabajadores Argentinos (MTA) intentando enfrentar al gobierno pero dentro de las normas de la CGT.
La novedad fue la creación por fuera de la CGT y en oposición al PJ, liderada por Víctor de Gennaro, de la Central de los Trabajadores Argentinos (CTA). Sus autoridades las elegían por voto directo de los afiliados. Su lema fue “la nueva fábrica es el barrio”. (La CTA nucleaba organizaciones de inquilinos, pequeños propietarios rurales y desempleados).
La realidad es, que la deserción de los grandes sindicatos del sector industrial, contribuyó a que se busquen otras formas de organización. Los trabajadores se autoorganizaron, ante las medidas de flexibilización y despidos de la patronal, y tomaron el control de los sindicatos y fábricas.

La mañana del jueves 20 de diciembre de 2001, el gobierno ordena reprimir a los manifestantes que habíamos permanecido frente a la Casa Rosada.
La represión no nos pudo desalojar de la Plaza de Mayo. Cientos de ciudadanos se suman a la protesta. Se hicieron sentir las organizaciones sociales, sindicales y políticas.
El pueblo no se va. Somos trabajadores, amas de casa, empleados, jubilados y estudiantes.
Herederos de aquellos que por décadas habían desafiado dictaduras y persecuciones, soportado ajustes, y en democracia traicionados.

¿Qué habrían sentido los protagonistas del Cordobazo?
El líder sindical Agustín Tosco, con su infaltable overol de obrero electricista liderando la huelga. Esos obreros y estudiantes que habían decidido resistir y enfrentar al aparato represivo. Que habían multiplicado en las calles las trincheras improvisadas para impedir el paso de la policía. Que ganaron las calles hasta lograr que la policía se acuartele.
Ellos, que habían logrado que Córdoba quedara en sus manos.
Fuimos reprimidos por la policía de manera salvaje.
El país había sido devastado por un nuevo tipo de agresión, ejecutada en democracia, una violencia que dejaba víctimas sociales, emigrados y muertos comparable a los del terrorismo de estado y la guerra de Malvinas.

¿Las imágenes del atardecer del 29 de mayo también serían similares?
Comercios con vidrieras rotas, autos incendiados por el fuego de las molotov.
En los barrios, el paisaje sería igual de caótico. Desde las zonas altas de la ciudad quizá todavía se divisen las columnas de humo de un sinfín de barricadas. El fuego seguiría ardiendo en varios edificios, en autos y en colectivos.
Al anochecer, el gobierno ordenaría al ejército, al mando del Gral. Raúl Carcagno, ingresar y ocupar la ciudad. Una caravana ingresará a la ciudad de Córdoba para “hacerse cargo de la situación”.
Se implementará el toque de queda, oficializando el estado de sitio.



El mate está frio. Son las 19.52hs. del viernes 21 de diciembre.
Se oye un ruido desde lo alto. Pero suena más grave que los anteriores. Un helicóptero despega.
Esta rebelión, protagonizada por múltiples sectores sociales, no se identificó con ninguno de ellos. Junto con gente de baja condición, hubo una decisiva participación de sectores medios, que no se movilizaron aparte, sino que lo hicieron con la voluntad de confundirse con el resto de la población afectada por la crisis.  Se exigía desde el fin del corralito (incautamiento de salarios y depósitos) hasta el pago de sueldos atrasados y mayores subsidios para desocupados.
De la Rúa había renunciado. Fue una batalla ganada contra la globalización. Lo fue también el Cordobazo como símbolo del principio del fin de la dictadura de Ongania.
Hay que cambiar la yerba.

El amanecer del sábado 22, nos encuentra con una extraña sensación de libertad anhelada desde hace tiempo.
Esto no quiere decir que todo cambió. No tengamos la fantasía de que ya está hecho. Este es un proceso que requiere tiempo porque los miedos y las coerciones a vencer son muy profundos y la realidad de la amenaza represiva es muy  intensa.
Así como (en palabras de Tosco) el Cordobazo fue la expresión militante del más alto nivel cuantitativo y cualitativo de la toma de conciencia de un pueblo, ahora el desafío es poder ejercer una estrategia que nos lleve pacífica y democráticamente a multiplicar nuestra capacidad de resistencia, tras haber descubierto el poder de los grandes conglomerados colectivos ciudadanos.
Hoy persiste un unánime repudio a la dirigencia.

Una nueva mañana en Buenos Aires. Las manos van y vienen, buscan un mate en la ronda de una asamblea barrial. Es un mate popular.
Hoy tenemos un presidente provisional: Adolfo Rodríguez Saá.  Y lo escuchamos mientras votamos alguna medida de fuerza.
en primer lugar anuncio que el Estado argentino suspenderá el pago de la deuda externa”.
Mientras los ahorristas continúan pidiendo justicia, se anuncian elecciones nacionales para dentro de 3 meses y se agudizan los conflictos en el Justicialismo. 
Rodríguez Saá dura menos que un mate en ronda grande. Renuncia el día 31.




Entre brindis con mates amargos, el 2 de enero de 2002, se proclama presidente Eduardo Duhalde, (ahora opositor a Menen en el PJ) que tiene que enfrentar la crisis más grave del país.
¿Quién va a pagar el costo de la devaluación? ¿Cómo va a atenuar la movilización social y sus demandas? ¿Cómo hará para llegar a las elecciones derrotando a Menem y a la oposición?
Seguimos en la calle. Acá estamos las asambleas vecinales, los confiscados por los bancos, las clases medias empobrecidas, los desocupados de todos los gremios y miles de indigentes.
Cuestionamos una democracia representativa que traicionó nuestros mandatos. Sabemos lo que queremos, pero no cómo lograrlo.
Mientras durante los ’60 y ´70, la clase obrera cordobesa se destacó por sus reclamos a las patronales, por su capacidad de movilización, y por la solidaridad de sus sindicatos, nosotros logramos derrumbar un gobierno pero no estamos preparados para reemplazarlo. Desconfiamos del sistema de partidos políticos y necesitamos la construcción de alternativas con nuevas representaciones.
Padecemos una crisis de representación obrera de parte de las centrales sindicales, que han perdido el norte.
Sin abandonar el mate, pintamos una bandera con la siguiente inscripción:
“Creemos que la clase obrera (…) quiere una CGT unida, no una CGT sectaria ni sometida a ningún partido político. Quiere una CGT que responda a las bases obreras y defienda con unidad en la lucha los derechos de los trabajadores (…).” -Agustín Tosco.

Piquete y cacerola.
Es fin de mes. Nos movilizamos hacia la Marcha por el trabajo. Miles de trabajadores y desocupados somos recibidos solidariamente por vecinos, asambleístas, y comerciantes golpeados por la crisis. Estos nuevos lazos de solidaridad fueron la herencia de Córdoba del ´69  (y de los ecos en las demás provincias: Rosario, Salta, Corrientes y Tucumán), donde numerosos  contingentes de jóvenes de sectores medios y altos participaron también de ese nuevo clima de época.
Los comerciantes nos recibieron en el ingreso a la capital federal, con mate cocido y pan.
La lucha es una sola.

Mientras Duhalde intenta reactivar el mercado interno y la industria nacional, impulsa el Mercosur y lanza programas frente a la desnutrición, continúa subsidiando a las privatizadas y concesionarias de servicio.  Propone proteger a los más pobres pero la devaluación castiga duramente a los trabajadores.
Aprueban una ley de emergencia económica que congela salarios mientras permiten aumentos del ciento por ciento en combustibles y alimentos producidos en el país.
Como en la dictadura, la deuda millonaria de los bancos y las corporaciones pasaran al estado y el pueblo deberá pagar miles de millones de dólares.

Cuando éramos obreros nos defendíamos con paros. Hoy, somos todos piqueteros.
Cortamos las rutas ante la falta de respuestas del gobierno. A cambio, obtenemos subsidios a los jefes de hogar. Sin embargo, nuestros antecesores nos habían demostrado que la acción popular podía golpear incluso una dictadura que parecía invencible. Allá vamos.
Mientras Argentina está en cesación de pagos y cada día mueren cien personas por desnutrición, el FMI agudiza sus presiones. El gobierno le seguirá pagando como acreedor privilegiado.
Corren los meses y los ahorristas no recuperan sus depósitos. Los bancos extranjeros se niegan a devolver dólares a sus clientes. Es el principal problema que debe enfrentar el nuevo ministro de economía, Roberto Lavagna.
El conflicto culminará en un gran fraude, el gobierno subsidia a los bancos en falta con millones de dólares. Los ahorristas reciben bonos a 10 años.
No hay verdes para nadie.

Acá, hace frio pero da igual. Es 26 de junio del año 2002.
Allá era de noche el 7 de septiembre de 1966.
Hoy cortamos el Puente Pueyrredón. Con el Movimiento de Trabajadores Desocupados Aníbal Verón, reclamamos mejoras en las condiciones de los subsidios, insumos para centros de salud y escuelas, desprocesamientos de luchadores sociales y el fin de la represión.
Allá, se realizaba una asamblea de estudiantes convocada por La Federación Universitaria de Córdoba para decidir la continuidad del paro contra las políticas represivas de la dictadura.
Acá somos reprimidos por la policía. El compañero Maximiliano Costequi cae gravemente herido en la estación de tren de Avellaneda. Darío Santillán lo asiste y lo balean por la espalda.
En Córdoba, el gobierno ha ordenado el uso de la fuerza para impedir el acto. La policía se encuentra con los estudiantes y los reprime violentamente.
Acá, Darío y Maxi llegan sin vida al hospital.
32 años antes en la provincia de Córdoba, un policía dispara tres tiros a quemarropa a un manifestante. Su nombre es Santiago Pampillon. Cursa segundo año de ingeniería y trabaja como operario en la fábrica Renault. Pampillon muere tres días después y se convierte en un símbolo de la resistencia.
A partir de este momento, reivindicamos, a través de Darío y Maxi, a todos los mártires de las luchas obreras y populares.
Esa noche nos movilizamos hacia Plaza de Mayo exigiendo castigo a los culpables.
A los pibes los mató la policía.

Los sucesos de diciembre obligan al gobierno de Duhalde a adelantar el llamado a elecciones nacionales. En el año ´69, con la muerte de Pampillón, se selló la alianza entre obreros y estudiantes que puso fin a la dictadura de Ongania.

Luego de que Carlos Menem renunciara a participar de un ballotage contra Néstor Kirchner tras las elecciones generales de 2003, el santacruceño asumió la Presidencia de la Nación. Fue el 25 de mayo de 2003.
Formo parte de una generación diezmada, castigada con dolorosas ausencias, me sumé a las luchas políticas con valores y convicciones a las que no pienso dejar en la puerta de entrada de la Casa Rosada.Néstor Kirchner.
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“Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengamos historia, no tengamos doctrina, no tengamos héroes ni mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores. La experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan.
Esta vez es posible que se quiebre el círculo..."

Rodolfo Walsh. Extraído de “Periódico de la CGT de los Argentinos”. Mayo de 1968 – Febrero de 1970









por Luisina González

Periodismo DESDE OTRO LADO.

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